El
auge de la radiodifusión después de la muerte de Juan Vicente Gómez y durante
los gobiernos de Eliazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, dio pie para
que se produjera una legislación sobre
el uso de los medios radios eléctricos.
Es así como aparecen la ley nacional del 12 de julio de 1940 la cual
denegó la ley anterior del 27 de julio de 1936 y el reglamento de radio, comunicación promulgad el 7 de febrero de 1941.
Con estos instrumentos legales el estado regia la comunicación radio
eléctrica, con un sentido más moderno de
equidad y justicia.
Hacia
el año de 1920 cuando el régimen se convierte en democrático, se garantiza la
libertad de expresión y posteriormente se restringe cuando llega al poder el
régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez y la Junta Militar de Gobierno; se
deja a un lado por completo el camino andado y se inclina la balanza a favor de
la censura, comunicación y la mordaza a la libre prensa. Cuando la prensa llego
a la nación se encontraba en el poder Juan Vicente Gómez él le dio el impulso que todo país en aras
del desarrollo necesitaba de momento y de firma trascendental. Era libre la prensa y para todo público,
trasmitida abiertamente desde nuevo circo con parlantes por las plazas de
aquella caraca colonial, transmitían contenido fresco, noticias actuales de la
época y qué decir de la programación musical con lo mejor de la música de
antaño.
Se
sentía la libertad de prensa, la comunicación era efectiva pero como todo
proyecto ensayista cayó en el gris letargo de la decadencia, los jóvenes
querían más espacios, anhelaban una tribuna abierta y el gobierno no estaba
dispuesto a ceder concesiones con ellos y dio por culminado lo que de momento
era la sensación en Venezuela, “AYRE”
salió del espacio y las puertas de la censura sellaban un curso en el país.
A
la muerte de Gómez (diciembre 1935) se encargó de la presidencia el general
Eleazar López Contreras, cuya gestión se caracterizó por la decidida intención
de despojar a Venezuela del ruralismo en el que todavía estaba envuelta, aunque
historiadores como Pino Iturrieta han llamado a esta etapa de López Contreras
«el gomecismo sin Gómez». A pesar de ello, se empieza a cultivar un terreno
propicio para el surgimiento de «otras voces» en el ámbito del periodismo. El
pueblo, ansioso de libertad y garantías, harto del sometimiento que había
sufrido por tantos años, se lanza sobre las oficinas de aquellos periódicos
laudatorios del recién finalizado régimen, destruyendo totalmente los talleres
de El Nuevo Diario; El Universal, por su parte, sobrevivió gracias al gesto de
su director, Pedro Sotillo, quien arrojó desde el balcón de las oficinas del
periódico un busto del mandatario fallecido, logrando así calmar a la multitud,
y Leoncio Martínez logra salvar La Esfera, conteniendo y arengando a las masas.
La primera de las libertades restituidas fue la de prensa y a partir de ese
momento, surgieron toda clase de periódicos, revistas, folletos, hojas
volantes.
Casi
inmediatamente nació en Caracas el diario Ahora (1936-1945), fundado por Juan
de Guruceaga, que tuvo por directores, a Carlos Eduardo Frías, Nelson Himiob,
Luis Álvarez Marcano y Luis Barrios Cruz. En ese diario colaboró asiduamente
desde la clandestinidad Rómulo Betancourt. El mismo año de 1936 nació Crítica,
uno de los primeros diarios en lanzar reporteros a la calle e iniciar el
periodismo informativo, el cual se mantuvo hasta 1945. Cabe mencionar también,
durante ese período, la existencia del diario clandestino El Martillo, vocero
del Partido Comunista (1938-1941). En ese mismo año de 1938 nace la revista Sic
que en un principio fue el órgano del Seminario Diocesano, y que a partir de
1967 pasa a ser el vocero del pensamiento político y social, dentro del ámbito
de la llamada «teología de la liberación», del Centro Gumilla. Isaías Medina
Angarita, sucesor de López Contreras, hizo un gobierno respetuoso de las
libertades públicas y del derecho de opinión.
Los
partidos desplegaron su influjo sobre las masas y volvió a aparecer la prensa
de opinión. Surgen en Caracas nuevos periódicos, como Últimas Noticias (1941)
con su función de tabloide popular; El Tiempo (1941-1945); el semanario
satírico El Morrocoy Azul (1941-1958) y El Nacional (1943) que habría de
convertirse en un diario de amplia circulación en toda Venezuela, portavoz no
sólo del acontecer noticioso, sino también en el orden cultural, de destacados
escritores del país y del continente. En esta época los partidos políticos
tuvieron sus propios voceros periodísticos. Acción Democrática contó con Acción
Democrática (1942-1944) y El País (1944-1948); el Partido Comunista se expresó
a través de Aquí Está (1942-1946), dirigido por Ernesto Silva Tellería. También
hizo oposición el diario Rojo y Negro (1943-1944), dirigido por Luis Barrios
Cruz.
El
gobierno de Medina Angarita fue derrocado por un golpe militar en alianza con
el partido Acción Democrática y después de convocar a elecciones, resultó
electo presidente de la República Rómulo Gallegos, cuyo mandato duró unos
escasos 9 meses. Para este período el partido social-cristiano COPEI tenía ya 2
órganos de expresión: Copei (1946-1948), dirigido por Luis Herrera Campins, y
El Gráfico (1947-1951), dirigido por Miguel Ángel Landáez. Dentro de toda esa
efervescencia política de querer fijar opinión pública en torno a unas ideas
unos, y otros a otras de signo político contrario y en donde se demuestra, una
vez más, que nuestro periodismo se ligaba a la historia del país como dijo
Arturo Uslar Pietri: “En el caso de Venezuela la prensa y la política, que es
tanto como decir la prensa y la historia, han estado indisolublemente unidos”.
La
historia de Venezuela, no sólo se escribió sino que, en gran parte, se ha hecho
en los periódicos. Será en ese ambiente donde aparezca en el país una prensa
escrita en otra lengua; como el actual The Daily Journal (24 de octubre de
1945), que primero se llamó The Caracas Journal. Dos años después nos topamos
con Il Corriero di Caracas en idioma italiano y en 1950 La Voce d'Italia. En
noviembre de 1948, otro golpe de cuartel derrocó al gobierno de Rómulo
Gallegos. Formaban la nueva Junta Militar los tenientes coroneles Carlos
Delgado Chalbaud, que la presidía; Luis Felipe Llovera Páez, ministro de
Relaciones Interiores y Marcos Pérez Jiménez, ministro de la Defensa. A partir
de ese momento, y sobre todo después del asesinato de Delgado Chalbaud (1950),
la censura fue definitiva.
Todos
los periódicos políticos, de cualquier tendencia que tuviesen, fueron
clausurados, incluyendo la revista Signo (1951-1952), dirigida por Alfredo
Tarre Murzi y Ramón J. Velásquez. Posteriormente, la prensa reflejaría 3 tendencias:
oficial, independiente y clandestina.
El
vocero oficial del Gobierno perezjimenista fue El Heraldo, cuyas instalaciones
fueron compradas por el Estado y convertidas en instrumento de publicidad del
régimen; se caracterizó por la exclusiva propaganda a favor de éste y la
agresión contra los que consideró enemigos del mismo, especialmente a los
partidos políticos. Otros órganos periodísticos mantuvieron una posición de
convivencia con el Gobierno. Los periódicos independientes fueron sometidos a
la más estricta censura; desde el Ministerio de Relaciones Interiores, se trató
de imponerles editoriales; algunos lograron resistir omitiéndolos y limitándose
a dar información sin comentarios. Algunos expresaban su protesta colocando
esas informaciones, catalogadas por el Gobierno de importantes, a la par de las
trivialidades de la moda o la crónica social.
Tanto
en Venezuela como en el exterior, hubo una insistente persecución de los
periodistas que se salieran de los límites establecidos por el Gobierno. La
prensa clandestina llevó a cabo una eficaz protesta contra el régimen bajo los
nombres de Ofensiva, Resistencia, Venezuela Democrática, Tribuna Popular, Joven
Guardia, Rebelión, Libertad, Estrella Roja, Tiela y muchos más, publicados unos
en Venezuela y otros en el exterior. Los estudiantes liceístas se abocaron a la
distribución de volantes contra el régimen. Quizás debido al fracaso económico
de algunos periódicos en este período, es por lo que, en el mismo, se inicia un
proceso de concentración de la prensa que culminaría en las décadas siguientes.
A
raíz de la caída de Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, hubo de nuevo
libertad de prensa y proliferaron los diarios y revistas. El primer diario
surgido después del 23 de enero fue el vespertino El Mundo, que al principio
fue un orientador de la opinión pública, dirigido por Ramón J. Velásquez y
posteriormente, por Domingo Alberto Rangel. Luego aparecieron El Independiente
y La Razón, de tendencia derechista y de efímera existencia, así como el
vespertino El Pregón, que tampoco sobrevivió a estos primeros momentos. Una vez
que Rómulo Betancourt llegó a la presidencia de la República (1959), a pesar de
que las garantías no habían sido suspendidas, se decomisaron y cerraron los
periódicos de izquierda; y como sólo los partidos de la coalición gubernamental
tenían acceso a la radio y televisión, la oposición tuvo dificultades para
expresarse abiertamente.
En
1960, se fundó Izquierda, tabloide del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) que alcanzó, a pocos meses de fundado, tirajes de 60.000 ejemplares; fue
dirigido por Domingo Alberto Rangel. Una vez promulgada la Constitución de
1961, que rige en la actualidad, se instituyó el principio de la libertad de
prensa. Es en la década de 1960 cuando se redefinen los campos de política e
ideología en los medios impresos y finaliza el proceso de concentración que se
había iniciado en la década anterior, por lo que ésta viene a ser la gran época
de las cadenas periodísticas y del manejo de la opinión de los periódicos por
parte de las empresas económicas que los poseen. Se da inicio a un gran
despliegue de periódicos, tanto en Caracas como en el interior.
La
investigación llevada a cabo por el profesor y periodista Eleazar Díaz Rangel
(La prensa venezolana en el siglo XX) nos señala que «entre 1922 y 1957
aparecieron 79 diarios en el interior, pero sólo ocho (el 10%) subsistieron, en
cambio, en el mismo lapso de los 40 años siguientes (1953-1993) aparecieron 95,
de los cuales 68 (71%) continúan editándose. Razones políticas y sobre todo
económicas lo explican. Su circulación ha aumentado de manera significativa, y
en casi todas las ciudades ejercen una influencia en la formación de la opinión
pública más determinante que la de los diarios llegados de Caracas». La misma
fuente nos refiere que en 1946 había 14 diarios regionales (de provincia)
frente a 8 de circulación nacional (denominados «diarios nacionales» por su
cobertura); en 1966 contábamos con 21 diarios regionales y sólo 7 nacionales;
en 1976 la cifra aumentaba a 51 regionales y 11 nacionales y; en 1986 existían
61 diarios regionales y 9 nacionales. En algunos de ellos florece el
sensacionalismo y otros manipulan la información, violando, a veces, los
recatos que el secreto sumarial y los principios éticos imponen.
Por
otra parte, los sucesivos gobiernos de los períodos presidenciales regidos por
la Constitución de 1961 intentan, de vez en cuando, ejercer presiones más o
menos directas sobre los medios y sobre periodistas, y se ha dado también el
caso de presiones emanadas de los sectores de anunciantes. Se organizan los
gremios profesionales como el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) y el
Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa (SNTP), así como los organismos de
carácter patronal (Bloque de Prensa). Los nuevos cambios tecnológicos,
especialmente la informática, tienen una gran incidencia en todo el proceso de
elaboración de los periódicos. La prensa impresa ha de competir en las áreas de
la publicidad y de la información con los medios radioeléctricos (radio y
televisión) y en menor escala, con los avisos publicitarios de los cines; pero
se dan casos en los cuales una misma empresa posee periódicos y canales de
televisión. Aun cuando los voceros exclusivos de partidos políticos han
desaparecido gradualmente hasta fallecer totalmente.
Hoy
día las distintas corrientes ideológicas tienen habitualmente acceso a las
páginas de opinión, en las cuales suelen colaborar regularmente intelectuales y
columnistas independientes.
En
estos momentos, historia reciente y actual, estamos en presencia de una
verdadera industria cuyo objeto de venta, comercialización y
circulación-consumo es el periódico diario y la diversidad de
revistas-publicaciones que sobre variadas temáticas dentro del llamado campo
del periodismo especializado se nos ofrece en el mercado. Es decir, ya contamos
con una verdadera «industria cultural» cuyo soporte de difusión de mensajes es
el papel periódico por ahora, al lado de las otras industrias culturales.
La
otrora empresa de tener un periódico como órgano de divulgación de las ideas
políticas y de las posiciones ideológicas, ha dado paso a la configuración de
una industria de prensa, en donde en algunos casos hay vinculación con sectores
transnacionales de ultramar y del mismo ramo o distinto. Ha irrumpido también
lo que hoy se conoce con el nombre de la «empresa multimediática», es decir la
presencia de varios renglones comunicacionales concentrados en una sola
propiedad.
Al
igual que la inclusión de otros sectores de la economía que en nada tienen que
ver con la industria comunicacional impresa. Así pues, las industrias
culturales, y en este caso la «industria del periodismo», se rige en principio
por las mismas leyes del resto de las industrias, son las leyes del mercado
aplicadas a un «producto intangible» como lo es la información-mensaje. Dentro
de este parámetro de referencia moderna en este mundo que ha denominado
«mercado-mundo», la presencia de la mayor parte de las publicaciones periódicas
en Venezuela se concentra en 2 bloques. Uno primero que se caracteriza por la
presencia desde hace ya bastante tiempo de 2 grupos: La Cadena Capriles y el
Bloque de Armas, grupos que han ido aumentando su caudal de publicaciones en
los últimos años a raíz de la compra de diarios, revistas y otras publicaciones
que por razones económicas entraron en crisis. La Cadena Capriles (1959), dueña
de los diarios Últimas Noticias, El Mundo y Crítica de Maracaibo, también edita
las revistas Élite, Páginas, Venezuela Gráfica, Kena, Hipódromo, Deportes... Por
su parte, El Bloque de Armas (1970), que funda el primer diario a color del
país, 2001, cuenta con el único diario deportivo, Meridiano y su poder como
industria de prensa se concentra en la publicación de revistas tales como
Bohemia, Momento, Ideas, Coqueta, Venezuela Farándula, Fascinación, The Ring,
Vanidades... Además tiene nexos con la gran cadena o Grupo Hearst de Estados
Unidos y desde ahí, con la propiedad de la Editora América con sede en Estados
Unidos, se encarga de publicar en español y distribuir para toda la América
Latina las revistas Cosmopolitan, Mecánica Popular y Buen Hogar, entre las más
conocidas.
El
otro bloque de la industria periodística del país está conformado por las
publicaciones de periódicos que pertenecen a sectores de la economía cuyo
renglón básico y significativo que los caracteriza como empresa no es el de
tener presencia visible en cuanto a propiedad dentro de la industria cultural
periodística, sino más bien en otros sectores como el financiero, el industrial
o el comunicacional-masivo-audiovisual. Así está el caso de un periódico como
El Globo (1990) del Grupo del Banco Federal. Los casos de Economía Hoy (1989),
del desaparecido Banco de la Construcción, Reporte (1988), de varios grupos
bancarios intervenidos y de El Diario de Caracas (que dejó de salir el 10 de
julio de 1995) del Grupo 1 BC (propietarios de Radio Caracas Radio, Radio
Caracas Televisión y Sonográfica entre las empresas comunicacionales más
conocidas del grupo). Este periódico, que fuera fundado en 1979, apareció con
una diagramación moderna y vistosa, un formato cómodo para el lector, revivió
los editoriales, se caracterizó en sus inicios por la foto desplegada en
primera plana editorializando y la reelaboración de los cables de noticias
internacionales. En medio de esos 2 sectores o bloques hay que ubicar aquella
industria periodística que proviniendo de un grupo eminentemente familiar como
fueron en Caracas El Nacional y El Universal, aún con las variantes que
introduce el mercado y la gerencia moderna, siguen directrices de rango
tradicional. Eso no implica que ellos no se hayan modernizado como industria y
que no hayan pensado en entrar en otros negocios del mercado comunicacional
como puede ser el de las telecomunicaciones y telemática que tantas
oportunidades ofrecen.
En
cuanto a la industria periodística regional, las variables de concentración son
semejantes a las señaladas antes. Igualmente, se ha operado una modernización
de la empresa con la introducción del equipo de impresión más avanzado y la
presencia en las salas de redacción de la informática sustituyendo a las viejas
máquinas de escribir.
Los
procesos de descentralización que se han dado en los últimos años y el
desarrollo económico regional ha impulsado la presencia de una industria del
periodismo en las distintas regiones del país, moderna, influyente y requerida
cada vez más por grupos económicos tanto del centro como del interior. El auge
de esta prensa dio lugar a que en enero de 1987 se creara la Cámara de la
Prensa Regional (CAVEPRE) que para 1994 ya agrupaba a 62 diarios y sus
afiliados contaban con Bs. 900.000.000 en equipos e insumos.
Las
cosas están cambiando y seguirán cambiando. Ahora no nos encontramos con los
actores tradicionalmente conocidos como empresarios de medios. Aquella idea
romántica del periodismo y de fundar un periódico se hace imposible. Se
requieren grandes capitales para estar al tanto de los avances tecnológicos y
poder llegar al público consumidor como ahora se le dice al lector. El
periodismo ya no es sólo periodismo como arte de informar a la gente, ahora es
la industria periodística, ligada a veces a otros medios y negocios, la que
evoluciona hasta convertirse en multimedia.
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