Ni bien ni mal sino todo lo contario
Luis Miguel Sandoval
El sol lanza sus primeros rayos rebotando sobre su cara; abre los ojos muy despacio y ve como pasa otra página más en su calendario. Quisiera muy en el fondo que el tiempo se detuviera también para él y acompañarla así en este espacio suspendido donde no existe el pasado, el futuro ni mucho menos el presente… Simplemente permanecer así, sin deseos, sin anhelos, sin recuerdo alguno.
Esboza una sonrisa en su demacrado rostro que esconde tras de sí una sarcástica intención, pero siendo sincero consigo mismo cae en cuenta que no guarda ningún recuerdo de ella. Toma aire, se incorpora sobre el viejo catre y llevando sus manos largas y finas a su cabeza, coronada con una frondosa mata de cabellos grises intenta repasar su película mental repitiendo la trama una y otra vez con el mismo resultado.
“En ningún lado apareces” exclama, al mismo tiempo que se pone en pie y continua su locutora retorica como quien clama por agua en el desierto; “no te imaginas cuanto deseo que regreses a mi vida, que me reconozcas, que me hables”, y como si se tratara de una tormenta comienzan a llover sobre el pensamientos y el deseo único de encontrarla durante las noches.
Corre desbocado, toma la sabana y la desdobla sobre el mugroso y agrietado piso y extendiendo las manos entre ella comienza a imaginar que nada en medio de la noche, chocando de pronto con la soledad y el frio rechazo del viento que se cuela entre las rejas de su ventana. Quiere llorar pero no puede, quiere gritar pero no puede, quiere morir pero no puede… y por largas horas permanece ausente, inmóvil, falleciendo sin morir del todo minuto a minuto así como ella en su pensamiento.
Su larga humanidad conformada por sus huesos pegados de carne y cubierto con retazos áridos de tela que una vez fue blanca yace en el suelo consiente de cada segundo que pasa como un compás de respiración artificial; creyendo recuperar lo que una vez fue la paz interior medita en cada tramo y palpo de vida y nuevamente su cuerpo y su mente se ven sacudidos por una inquietud, cierra sus ojos claros y la duda toma fuerzas de vendaval incorporándolo a tiro y de un solo movimiento da contra la ventana robando los rayos al sol y el poco aire que entra colado de las densas nubes.
Su mirada clava un firme cielo, y con él su tosca voz, dejando con ella el corazón cada bocado de respiración. “Tu presencia aquí depende de tantas cosas que son esquivas a ti y a mi” sus parpados sienten el húmedo llanto que corre cargado de mucho más que dolor y amargura al saber que ella no tiene movimiento, su voz callada no le hace eco y los latidos de su corazón se le hacen fuerte con cada segundo marcado de manera artificial.
En un deliberado momento le da solo por gritar “reacciona, despierta, te ordeno que vuelvas” pero el mismo impulso le trae de regreso al frio momento que pasa y reconoce que nada puede hacer, porque esta anestesiado en la vida como ella en su cabeza, vencido por sus propios miedos, dolores y temores se desploma por completo perdiendo el conocimiento…
El reloj que no está en la pared aun marca su continuo ¡Tic Tac! Dándole entrada a los diferentes espacios que hacen vida en forma de 24 estelas divididas entre 60 estrellas… ¿Cuantas han muerto, cuantas han caído desde que perdió la conciencia? Sereno, tranquilo y con firmeza no le come fuerzas a la duda y se genera más de una pregunta ¿porque lo hiciste?, ¿Por qué yo? Para él, fuera sido más sencillo que la vida tomara su curso. A pesar de todo acude como siempre a la misma hora a su lado y la pone al corriente de lo que sucede en el mundo, en el país, en el hogar, en su corazón y siempre le da la gran noticia de que no existe nada, solo basura paredes y soledad.
Por momento auto ejerce la psiquiatría toma su silla y frente a la pared se escucha, se analiza y se médica a sí mismo. “Cuénteme sus problemas, yo le puedo ayudar” y después de una terapia de relajación se da los resultados “está usted loco” pero como no se conforma decide siempre tomar una segunda opinión y agarrar sus propias riendas, piensa que unos gramos de morfina cambiara su dolor por calor, pero en el fondo sabe que ni eso tiene en su despensa… y entonces se ve enfrentando al gran dilema de ser o no ser, de hacerlo o no.
Se siente egoísta por no dejarla ir, pero está convencido que sin ella llegaría a un colapso mental, siente la locura venir cuando ella no está. Mira la luz de la luna hacer reflejo por los barrotes de su celda y cae en la cruda realidad de que su calendario se agotó, las ultimas estelas murieron y las estrellas que aun alumbran están en un estado agónico; es hora de morir en el silencio del sanatorio, es hora de dejar a un lado el marfil que llamamos cuerpo…
Su restos yacen sobre las sabanas y antes de entregarse a Morfeo el dios de los sueños agota su ultimo recuerdo de ella y asume su destino con una leve y sencilla sonrisa dejando escapar un último pensamiento “fui yo quien corto el lazo que nos unía, mi cordón umbilical” y pronunciando un tímido te amo funde así como cada noche su cuerpo y mente entonando cuatro letras…. “Mamá”…
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